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JUEVES SANTO

Foto del escritor: デイジーデイジー

LA ULTIMA CENA





La Última Cena del Convento florentino de Santa Maria Novella

Pulisena Margherita Nelli

Sor Plautilla Nelli 

1524–1588


Cristo en el Jardín de Getsemaní

(detalle), 1424 

 Masaccio


LA ORACIÓN EN EL HUERTO

Por la puerta de la Fuente

fueron saliendo los once.

En medio viene Jesús

abriendo un surco en la noche.


Aguas negras del Cedrón,

de su túnica recogen

espumas de luna blanca

batida en brisas de torres.


Jesús viene comprobando,

Pastor, sus ovejas nobles,

y se le nublan los ojos

al no poder contar doce.


«Pues la Escritura lo dice,

me negaréis esta noche.

Herido el Pastor, la grey

dispersa le desconoce.»


Entre los mantos, relámpagos

de dos espadas relumbran.

La luna afila sus hielos

en las piedras de las tumbas.


Ya las chumberas, las pitas

erizan sienes de agujas

y quisieran llorar sangre

por sus coronadas puntas.


Ya entraron al huerto donde

las aceitunas se estrujan,

Getsemaní de los óleos,

hoy almazara de angustias.


Ya Pedro, Juan y Santiago

bajo un olivo se agrupan,

como un día en el Tabor,

aunque hoy sin lumbre sus túnicas.


La noche sigue volando

-alas de palma y de juncia-

y, llena de sí, derrama

su triste látex la luna.


Se oye el rumor a lo lejos

de cortejos y cohortes.

Y el sueño pesa en los párpados

de los tres fieles mejores.


Jesús, solo, abandonado,

      huérfano, pavesa, Hombre,

macera su corazón

en hiel de olvido y traiciones.


«Padre, apártame este cáliz.»

Sólo el silencio le oye.

La misma naturaleza

que le ve, no le conoce.


«Hágase tu voluntad.»

Y, aunque lleno hasta los bordes,

un corazón bebe y bebe

sin que nadie le conforte.

.

Por fin, un Ángel desciende,

mensajero de dulzuras,

y con un lienzo de nube

la mustia cabeza enjuga.


Ya la luz de las antorchas

encharca en movibles fugas

y acuchilla de siniestras

sombras el huerto de luna.


Los discípulos despiertan.

Huye, ciega, la lechuza.

Y Jesús, lívido y manso,

se ofrece al beso de Judas.


1924

Gerardo Diego


Heinrich Hofmann

1824 -1911


Como el camino terreno está sembrado de espinas,

 Dios ha dado al hombre tres dones: 

la sonrisa, el sueño y la esperanza.

Emmanuel Kant

1724-1804

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